Historia:
El municipio y villa de Huesa del Común guarda entre sus calles y parajes una gran variedad de rincones y secretos por descubrir. Su legado como villa medieval aún es palpable en su historia, arquitectura y tradiciones.
Uno de los emblemas más destacados es el Castillo de Peñaflor, también conocido como de “Ossa”, situado sobre una imponente cresta calcárea que domina la localidad. Construido entre los siglos XII y XIII, esta fortaleza fue testigo de numerosos episodios históricos hasta quedar arruinada durante las guerras carlistas. Aún pueden verse dos torres cuadradas, cada una a un extremo de la roca. Desde el vértice sur, se contempla un sobrecogedor precipicio que realza la majestuosidad del entorno.
La iglesia de San Miguel, otro de los símbolos del pueblo, se encuentra al inicio de la ladera del castillo, en la parte más elevada del núcleo urbano. De estilo barroco, está construida en mampostería, con tres naves y una torre de tres cuerpos de ladrillo decorada con pinturas del siglo XIX. También destaca la Ermita de Santa Quiteria, de sólida factura barroca en mampostería y ladrillo, con una amplia campa para romerías y dos edificios anexos utilizados tradicionalmente como hospedaje.
La huella judía de Huesa del Común permanece viva en el barrio judío del casco urbano, donde se conservan restos de la antigua sinagoga, restaurada en 1999.
El patrimonio civil también ofrece múltiples atractivos: el tradicional lavadero junto a la carretera; la fuente de San Miguel en la calle Capellanía; el encantador rincón de Amadeo; la Casa-Palacio de tres plantas, con escudo heráldico y reloj de sol; el portal de la muralla oriental bajo el torreón; la capilla abierta de la Virgen del Pilar; o el puente sobre el río Aguasvivas, tradicionalmente llamado “romano”, aunque de origen medieval. El Ayuntamiento, ubicado en la plaza Mayor, fue antaño residencia del señor de la villa y destaca por su doble lonja, fábrica de ladrillo y ornamentación mudéjar. Mención especial merece el Peirón de San Miguel, con casi 7 metros de altura, considerado el más alto de Aragón y datado a principios del siglo XVII.
A tan solo 7 kilómetros se encuentra Rudilla, una pequeña pedanía donde el tiempo parece detenerse, ideal para disfrutar de la serenidad del entorno.
Conocida en la antigüedad como Ossa y más tarde como Peñaflor, esta villa fue, en el siglo XII, la extremadura meridional del Reino de Aragón. Es mencionada en el Cantar de Mio Cid, y su castillo desempeñó un papel destacado durante la Reconquista. La presencia judía está documentada desde el siglo XV. La fortaleza contó con alcaides hasta el año 1702 y, durante la Primera Guerra Carlista, fue tomada por el general Cabrera.
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